sábado, 14 de agosto de 2010

Hambre

Mami no despierta y ya tengo hambre, pero como tengo prohibido entrar a la cocina no sé prepararme el almuerzo. Quisiera ser menos torpe, me cuesta trabajo controlar mis manos, con eso que las tengo tan chuecas. El otro día quise servirme mi leche porque noté a Mami muy cansada y quise ayudarla, pero la tiré toda en el mantel y manché las sillas y los papeles donde hace sus cuentas y hasta la ropa de plancha de doña Carla. Mami se enojó mucho y me regañó. Casi nunca me regaña. Siempre dice que no es mi culpa, que para eso está ella, pero ese día si se enojó mucho. Yo me asusté al verla así y me fui a mi cuarto. Mami al rato fue conmigo con la cena preparada y me dijo que la dispensara, que no fue mi culpa. Yo sé que sí, pero fue sin querer. Le dije que mis manos son torpes, que se me tuercen solitas por más que me esfuerzo en mantenerlas firmes, pero eso ya lo sabe. Me dice que soy un muchacho especial, que con los ejercicios que el doctor me mandó, he avanzado mucho pero yo me desespero porque hace un montón que los hago, y nada, y nada.

Ya le grité quedito desde su puerta, Mami, Mami Lupe, pero no despierta. Pobrecita, la he visto muy cansada en estos días. El otro día oí a mi tío Jacinto decirle a mi tía que Mami estaba enferma, pero no, Mami nunca se enferma, yo nunca la he visto malita. Ya están muy inquietos los canarios, voy a ir a darles su alpiste y su agüita, no le hace que se me caiga un poco en la jaula, al cabo también se lo comen del suelo.

Quisiera ser más listo para saber qué hacer, aunque Mami me dice que soy más listo de lo que creo y de lo que muchos creen. A mi la escuela nunca me entró. Es que no me gustaba ir porque no entendía bien y la maestra me decía que yo era bien cabezadura, además que mis amigos me decían El Mostro y yo me enojaba y los correteaba. Hasta que alcancé a uno que se tropezó y le pegué tan fuerte que me sacaron de la escuela. Luego los niños venían hasta la casa y me gritaban: Mostro, Mostro, y Mami salía bien enojada y los corría a todos. Nomás a mi tío Jacinto lo dejo decirme así. “Qué pasó Mostrito”, me dice, y me despeina agitando su mano en mi cabeza, pero sé que lo hace de cariño, los otros, nomás lo hacen por fregar. A Mami no le gusta que me diga así y lo regaña también, dice que me diga Juan, pero a mi no me importa porque sé que lo dice jugando.

Mi tío Jacinto orita está trabajando y no me puede preparar el desayuno. A su casa sí sé ir, queda aquí cerquita. Camino derechito hasta la tienda de doña Chonita, doy vuelta a la izquierda (esa si la sé porque es del lado de mi pierna que más se tuerce), y luego sigo derecho hasta el taller donde arreglan coches, y ahí enfrente, donde está el arbolote que tiene un chorro de pájaros que cantan bien fuerte, ahí, en la casa verde vive mi tío. Lo malo es que mi tía tampoco está en las mañanas, se va a vender sus dulces al mercado. Más allá me da miedo ir porque me perdí cuando era chico. Quise ir hasta al mercado a comprarme una pelota con el domingo que me dio tata Benito, antes de que se fuera a vivir al camposanto. Mami no es mi Mami de verdad, es mi güela, la esposa del tata Benito que en paz descanse, pero siempre le he dicho Mami porque mi mamá de a de veras se fue del pueblo cuando yo nací. Yo le tengo harto coraje porque Mami dice que soy muy guapo y que me parezco mucho a ella, a mi mamá Ana cuando era joven. A mí me gustaría ser mecánico cuando sea grande, nomás que se me enderecen las manos pa arreglar carros. Ya me dijo el maistro Jorge que él me da chamba de aprendiz, ya que crezca.

Aunque ya crecí, Mami no me deja ir mas que a casa del tío y no me gusta desobedecerla, además porque los niños y muchachos del pueblo, cuando me ven, empiezan a gritarme Mostro y a molestar. Dice que soy un muchacho muy obediente y muy bueno, y a mí me gusta que me diga esas cosas, me hace sentir contento. Mami es la única que me entiende a la primera, a los demás cuando digo una cosa, se las tengo que repetir y repetir y repetir.

Me acuerdo que cuando crecí me empezaron a salir pelitos en mis sobacos, en los brazos, las piernas, y algunos en la cara. También me salieron allá abajo, pero esos eran los más grandes, tiesos, tiesos, gruesos y negrotes. A mi me daba vergüenza porque pensé que me iba a poner mas feo, que me iba a parecer a un chango. Como los macacos que atrapan por ahí por la laguna y luego los guardan en jaulas y gritan bien fuertote. No le conté a nadie porque Mami dice que mis partes siempre deben estar bien guardaditas. Me regaña si me ve rascándome los pelos, dice que es de mala educación. Pero me da comezón, mucha comezón y yo me rasco. Me voy pa´trás de la casa y me rasco restregándome en una mesa vieja que está ahí. Una vez me dolieron mucho las bolas. Me las quería sobar para que no me dolieran y me escondí en mi cuarto, pero me dolían más apenas las tocaba. Ahí como pude me las sobé pero dolían. También el pipí se me pone duro aunque ni tenga ganas de hacer. A Mami no le gusta que se ponga así pero ni modo que yo quiera que se ponga así. Nomás se pone duro y ya, como en las mañanas. A mi me daba harta pena contarle a Mami, hasta que un día me dolían tanto que se lo tuve que decir bien colorado de la vergüenza, es que ya no aguantaba el dolor. Me llevó con el doctor de la botica pero no entendí. Luego Mami me dijo que la esperara afuera, que tenía que platicar a solas con el doctor.

Tengo harta hambre y Mami que no despierta, mejor la dejo dormir otro ratito. El día que me llevaron a la cuidad, cuando cumplí catorce, me di cuenta que hay otros como yo, pero en el pueblo no, yo creo que por eso los niños me molestan tanto, me dicen retehartas cosas y yo no sé qué responder. No me gusta ser así, me gustaría ser como los demás. Mami después del doctor me dijo que si me dolían los huevitos otra vez, le avisara. Me dio unas pastillas pero no funcionaron. Le dije a Mami del dolor y me dijo que pronto pasaría, ¿sábe? que es pronto, porque tenía el dolor desde sábe cuando, y pasaban y pasaban los días y me dolían más y más. Me vio un día tan adolorido y ya con ganas hasta de chillar, que me pidió que me fuera a la recámara porque me iba a poner una pomada. Me dijo que me bajara los pantalones y que mirara para otro lado. Me puso pomada en el pipí y se me empezó a poner bien duro. Mami no hablaba, yo bien colorado por la vergüenza volteé pa decirle que ya no me dolía tanto, porque me daba harta pena tenerlo así delante de ella, pero Mami estaba volteada pal otro lado mientras subía y bajaba su mano de mi pajarito, zas y zas con el ungüento. Empecé a sentir alivio, pero poquito después me dieron ganas como de hacer. Le dije a Mami que quería hacer chis pero ella comenzó a agitarlo más rápido. Sentí cosquillitas muy ricas, me desguancé y solté mi orín, pero éste no era amarillo, me salió una chis blanca y pegajosa que nos manchó todos. Le dije a Mami que yo limpiaba pero ella continuaba volteada pal otro lado y me pareció que estaba llorando. El dolor se me quitó, pero he de seguir malito porque el otro día en la mañana me desperté con el calzón mojado de esa orina blanca que huele tan feo. Cuando el dolor pasó, me pidió que no le contara a nadie, que nadie debe saber de mi enfermedad porque es en las partes vergonzosas, y a mí me encabrita mucho que se burlen de mí. Ha de ser grave mi enfermedad porque Mami se puso triste con la chis blanca entre sus manos. Después Mami, llorando, se puso a rezar con su collar de cuentitas, me dijo que por sus pecados y los míos, y por mi salud. Pero esa pomada sí fue buena, se me quitó el dolor, no como esas pastillas que recetó el doctor.

Anoche solo merendé pan y café, no me dio mis frijoles ni tortillas porque Mami dice que cenar fuerte en luna llena hace daño, que luego dan pesadillas. La luna estuvo bien grande y plateada, tan bonita que hasta me acordé de Rosita. Como ya creció también, pos casi ya no viene a jugar conmigo como antes. Rosita siempre fue buena conmigo, lástima que ya no venga, con lo chula que está. Anoche “El Amarillo” se puso aúlle y aúlle con la luna, tanto, que se le unieron otros perros y era un aulladero espantoso que ni me dejaron dormir.

Mami no despierta y ya va a ser mediodía. Fui a despertarla y a moverla despacito con miedo a que se me enoje, pero no despierta. Debe estar muy cansada. Estaba muy fría y le puse una cobija pa que entrara en calorcito. Tengo mucha hambre que ya hasta me comí su pan y mi pan. Tengo como miedo, como que se me revuelve el estomago por el hambre y tengo ganas de chillar no se ni de qué. Nunca se despierta tan tarde. Nomás que empiece en el radio la comedia de las tres y voy a buscar a mi tía pa que me ayude a despertarla y me de de comer.