sábado, 14 de agosto de 2010

Polos opuestos

Una extraña sensación percibió al mudarse a esa casa. No le causaba miedo. No, no era eso, estaba acostumbrada a ver cosas que los demás no veían. Era una sensación de angustia, pero no de ella, cómo si otra persona necesitara con urgencia que le ayudasen. Pero Daniela, a sus diez años no podía hacer gran cosa. Desde muy pequeña, casi cuando empezó a hablar, sus papás le sorprendieron platicando con un ser imaginario. Dany les aseguró que era Cassiel, su ángel guardián, y aunque nunca le creyeron, tampoco impidieron que continuara con "esa fantasía". Tampoco notaron un comportamiento diferente al de cualquier otra niña, razón por la cual, cuando Dany les comentó que en esa casa se percibía angustia, como siempre, le dieron por su lado y le sugirieron que le preguntara a Cassiel si tenía algún problema y se sonrieron con complicidad.
Cassiel de no ser porque era un ente etéreo y luminoso, se pensaría que era un muchacho en plena efervescencia de su juventud, alegre, parlanchín y cariñoso. Cuando llegaba con Daniela, ella lo anticipaba porque le precedía a su llegada un par de mariposas amarillas. A partir de que Daniela cumplió nueve años, dejó de leerle cuentos infantiles y empezó con literatura universal. El día que le leyó el capítulo concerniente a Mauricio Babilonia en Cien años de soledad, quedó tan impactado con la alegórica figura de las mariposas del señor Babilonia, que decidió visitarla acompañado siempre por un par de ellas.
Cuando Daniela cuestionó a Cassiel que si ese asunto de la angustia que percibía se debía a él, este sonrió y le comentó que ningún ángel que él conociera se sintió jamás angustiado, que advertían tristeza, alegría, y algunos otros sentimientos humanos, pero que ese, no era uno de ellos.
En cierta ocasión acabando de despertarse, Daniela percibió la sensación con mayor intensidad, volteó a la ventana donde regularmente se sentaba Cassiel y vio la figura semitransparente de una jovencita de aproximadamente unos 15 o 16 años de edad. No sintió miedo, aunque un leve escalofrío recorrió su espalda por la sorpresa.
- ¿Quién eres? - preguntó Dany.
Pero aquella muchacha se asustó tanto al escuchar la voz que desapareció en el acto. Daniela supuso que se trataba de un fantasma y ni aún así se espantó. La imagen que vio no fue como el de las películas de terror, que cuando sus papás la pillaban viendo alguna, le cambiaban a la tele para que en la noche no fuera a tener pesadillas. Aquel espectro no era de un aspecto aterrador, sino más bien el de una jovencita bastante bonita. De primera instancia pensó que se trataba de su prima Claudia, solo que la fantasma era más alta y usaba vestido, prenda que su prima se negaba a usar aunque la obligaran. Pensó que su prima, sumergida en la moda "Dark" tenía un aspecto más tenebroso que aquella chica. A Dany le gustaba la facha de su prima, no por el estilo en sí, más bien le divertía porque se le figuraba que siempre andaba disfrazada entre zombi y vampiro, cómo si fuera a una fiesta de día de muertos. A ella le gustaba vestir más femenina, pues por su corta edad, no la dejaban maquillarse aún. Le encantaba ponerse a escondidas los zapatos altos de su mamá, (ya casi calzaban del mismo número),  también le hurtaba un poquito de rímel y lápiz labial, aunque más tardaba maquillándose, que ensayando coqueteos frente al espejo, porque casi de inmediato se despintaba por temor a que la descubrieran y sermonearan.
Esperaría entonces la noche para preguntarle a Cassiel qué sabía de fantasmas, cuando volvió a verla cerca de la puerta.
- ¿Quién eres? - Preguntó de nuevo, - No tengas miedo, no te voy a hacer nada.
La fantasma se sobresaltó y rápidamente atravesó la puerta sin abrirla. Durante buena parte del día la encontró espiándola en diversos lugares de la casa, pero en cuanto la descubría, se esfumaba de inmediato.
Ya de noche en su cuarto, Cassiel apareció con su acostumbrada sonrisa.
- ¿Crees en fantasmas, Cassiel?
-  Que pregunta más extraña haces princesa. A ver, ¿Qué extravagante idea trae ahora esa inquieta cabecita?
- Dime la verdad. ¿Existen los fantasmas?
- Nosotros no sabemos mentir, esa es una actitud netamente humana, a veces la considero hasta divertida, pero la mayoría de las veces tiene consecuencias terribles. Nosotros siempre decimos la verdad, pero ahora no sé qué responderte. Sabemos que existen otras dimensiones; por ejemplo la de nosotros. Podemos pasar de una a otra y hacernos visibles, aunque para eso, hay que pedir un permiso especial. Pero respondiendo tu pregunta, no sé si existen los fantasmas.
- ¿Cada noche pides un permiso especial para verme?, digo, para verte, digo, para hacerte visible.
- No. Esta fue una tarea que me encomendaron cuando naciste.
- ¿Por qué?
- No lo sé, a nosotros nos está prohibido cuestionar a Dios.-  Dijo esto correteando por el aire una de sus mariposas.
- ¿Pero crees que existan?
- Nosotros no podemos creer. Sabemos. - Dijo en un tono más serio. La fe, es otra cualidad exclusiva de los humanos. ¿Por qué lo preguntas, preciosa?
- Es que yo he visto uno, digo, una, porque es mujer, digo, es una fantasma.
- ¿Y como sabes que es una fantasma?
- Porque es medio transparente. ¿Cómo te explicaré? No se ve una persona normal de carne y hueso. Tampoco es que se noten las cosas que están atrás de ella. Está raro. Su aspecto es así como de humo pero más espeso, aunque la puedo ver con toda claridad. ¿Sabes? Debe tener como 15 años y es muy bonita, sólo que su ropa se ve anticuada. No vieja ni roída, más bien como pasada de moda. ¿Te acuerdas de las fotos que te enseñé de mi abue antes de casarse? Pues más o menos así era su ropa y su peinado.
- ¿Pero como sabes que es una fantasma y no otra persona?
- Porque como tú, puede tener los pies fijos en el suelo pero también puede volar. La última vez que la vi hoy, asomó su cabeza por arriba del librero de la sala.
- Jeje. Que divertido- sonrió Cassiel, - ¿Así? – Dijo desapareciendo y mostrando sólo su cabeza a los pies de la cama.
Retomó su forma original, cubrió con las mantas a Daniela y dijo que bastaba por hoy de pláticas de fantasmas, que ya era hora de dormir, depositando suavemente una mariposa en su ensortijado cabello.
- Veré que puedo investigar con mis compañeros y mañana te cuento. ¿Quieres que te lea de nuevo el pasaje de Mauricio Babilonia que tanto nos gusta?

Al despertar Dany a la mañana siguiente, encontró nuevamente a la fantasma sentada a los pies de su cama observando muy atenta la habitación.
- Hola - dijo Dany.
La fantasma dio un respingo y se esfumó. Apareciendo nuevamente sobre el buró de la equina contraria.
- No tengas miedo - dijo en cuanto la volvió a ver, Por favor no desaparezcas. Dime como te llamas.
- ¿Me puede usted ver? - dijo tímidamente la fantasma deslizándose desde el buró.
- Claro, si no, ¿cómo te estaría preguntando? Mira, yo me llamo Dany, bueno, Daniela cómo mi mamá, pero todos me dicen Dany.
- Me llamo Raquel para servir a Dios y a usted - respondió. Llevo mucho tiempo vagando en……no sé cómo explicarlo, es un mundo opaco y solitario, casi sin color. Es muy extraño, es usted la primera persona que veo en…… en mucho tiempo y es la primera persona que me ve.
- ¿Cuántos años tienes? - preguntó Daniela.
- …… Dieciséis, creo. Ya no estoy segura de nada, casi no tengo recuerdos.
- ¿Vives aquí? Digo, esta es mi casa, pero ¿también es la tuya?
- Sí. Esta ha sido mi casa desde hace muchísimo tiempo. Es la misma casa pero con otra ambientación, otros muebles y con un acomodo diferente. Hasta que en una ocasión descubrí una especie de bruma luminosa que de pronto apareció. De principio me dio mucho miedo, después, escuche voces dentro de ella y me alteró más. Me inquietaba, sentí curiosidad por lo que escuchaba dentro pero el temor me paralizaba. Aunque cuando me acercaba a ella, percibía una sensación cálida que me invitaba a pasar. Por fin me atreví a introducirme en ella, y al traspasarla, fue la primera vez que me vio y que la vi.
Daniela pensó que debió ser cuando llegaron a esta casa. Su anterior vivienda era más moderna pero menos grande. Su papá compró esta vieja casona pensando en remodelarla. Las casas no solamente resguardan personas y muebles, también deben albergar historias y recuerdos.
- ¿Y que es lo que haces?
- Nada en absoluto. No hay nada que hacer, nadie con quien platicar, llevo muchísimo tiempo sin ver ni hablar con nadie. No sé si es más terrible la soledad o el aburrimiento, o uno es consecuencia del otro. Llevo no se cuánto tiempo así, aquí no hay día ni noche, ni frío ni calor, así que no tengo siquiera un cálculo aproximado del tiempo.
- ¿Cómo llegaste ahí? ¿Estas muerta?
- No lo recuerdo. Dijo esto con una expresión de profunda tristeza que conmovió a Daniela.
- ¿Si quieres? puedes venir a platicar conmigo las veces que gustes, sólo que procura encontrarme a solas, no te vayan a ver mis papás y se espanten. Ya sabes como son los adultos.
- ¿De verdad? Gracias niña. No sabe cuanto se lo agradezco, aunque cada vez que cruzo, me agoto muchísimo. Ya tengo que regresar, estoy muy cansada.
- Espera, no te vayas todavía. ¿Sabes? Tengo un amigo ángel, bueno, no es que se llame Ángel, es un ángel de verdad, quizá él te pueda ayudar. Regresa en la noche, bueno, tú no sabes cuando es noche. Asómate de vez en cuando y cuando me veas con él te apareces. Lo reconocerás porque es muy luminoso.
- ¿Un ángel de a de veras? Ojala me pueda ayudar.
- Una cosa más – agregó Daniela. No me hables de usted ni me digas niña, dime Dany,- ya veras que seremos buenas amigas.
- Gracias Dany, y disculpa; pero mis padres me enseñaron a ser respetuosa con la gente que apenas conozco. Ahora sí me retiro, y que Dios te bendiga. Dijo esto y desapareció despidiéndose con un ademán de mano y sonriendo.
Por la noche, cuando llegó Cassiel, Daniela lo puso al tanto de todo, procurando no omitir ni una palabra de lo platicado con Raquel.
- Entonces, ¿crees que puedas ayudarla?
- No lo sé, me tienes intrigado. Ninguno de nosotros ha pasado por una situación similar, princesa. Pregunté a mis compañeros pero ninguno supo decirme nada respecto a fantasmas.
Después de unos momentos, cuando Cassiel estaba a punto de marcharse, Raquel asomó la cabeza por la cabecera de la cama.
Cassiel dio un leve reparo. En su larga vida había visto algo similar. Le pareció desconcertante pero bellísima, el ser tan desconcertante cómo hermoso. No supo por qué, pero le empezaron a brotar mariposas amarillas, y todas juntas se le arremolinaron de pronto revoloteando en su panza.
- Cassiel, te presento a Raquel. Raquel, este es Cassiel.
Entre ángeles y fantasmas, no hay protocolos de apretones de mano ni besos en las mejillas, simplemente se sonrieron y Raquel hizo una leve caravana.
Después que Raquel platicó de viva voz sus penas, Cassiel quedó de preguntar a un arcángel superior la manera de ayudarla y quedaron de verse la noche siguiente. Cassiel no quería marcharse ni que ella se fuera, estaba obnubilado y con un sentimiento nuevo. Los ángeles sienten amor, a fin de cuentas esa es su esencia, pero jamás había sentido esa nueva forma de amor que lo estaba desconcertando.
Al anochecer del siguiente día, Cassiel llegó sin noticias de cómo ayudarla, pero dijo que buscaría la forma aunque suponía no sería nada sencillo. Le comentó a Raquel que seguramente se encontraba en una especie de limbo fantasmal, que por ser un caso rarísimo, ni nombre tenía. Lo que seguramente sucedió, fue que murió cuando no debería y que el cielo no estaba preparado para recibirla, que ni siquiera había un proceso de espera para la otra alternativa de la reencarnación. Que Daniela fue el canal adecuado para unir tres dimensiones. Ahora entendía que quizá esa fue la razón de la orden para hacerse visible con ella.
Quería encontrar la forma de entrar en aquel otro mundo, de convivir con ella, de protegerla y ayudarla. Había nacido en él un extraño sentimiento que no sabía catalogar, sentía una necesidad imperiosa de verla y estar cerca de ella. Comentó que hay un proceso burocrático bastante largo para permitir que un ángel se vuelva humano, pero no existe alguno para convertirse en fantasma. Comenzó a desesperarse por la impotencia de no poder ayudarla y angustiarse por el miedo de perderla, dos sentimientos nuevos en su naturaleza.
Desde aquel día, Raquel se apareció con Dany en cuanta oportunidad se le presentaba. Total, no podía morir de fatiga, únicamente regresaba a su mundo a tomar fuerzas o cuando se acercaban los padres de ésta. Estaba contenta, se le notaba en la manera de desenvolverse, le hacía feliz tener algo que hacer y con quién charlar. Empezó a dominar con maestría el pasar de un mundo a otro. Jugueteaba todo el tiempo, se le aparecía cuando menos lo esperaba; en el plato de la sopa guiñando un ojo, al abrir el armario, en los cajones, etc. Durante la clandestina sesión de maquillaje, cambiaba en el espejo el rostro de Daniela por el suyo, haciendo caras y guiños, algunos feos y otros coquetos. Ambas se divertían, incluso llamó la atención a sus padres, que Daniela no hubiera hecho el menor intento por buscar nuevas amigas en el barrio. La notaban más alegre que nunca aunque no saliera mucho de su cuarto. Daniela no pasó por alto tampoco el especial interés de Raquel por Cassiel, se la pasaba hablando y preguntando por él.
A Raquel le llamaban la atención muchas cosas del mundo de Daniela, pero sobre todas la televisión, le sorprendía que pudieran transmitirse imágenes tan nítidas y variadas. Podría pasarse el día entero contemplándola, pero intentaba ignorarla porque tenía que recuperar tanto tiempo perdido en su aburrido mundo. Le comentó a Dany que ya conocía la radio y el cine, aunque no con la calidad de lo que ahora veía y escuchaba. También le encantaba bailar, poseía una facilidad y gracia natas. Le pidió a Dany le enseñara los pasos de estos nuevos ritmos que escuchaba, los cuales aprendió con rapidez. Bailaba todo el santo día. Pero lo que más le gustaba era volver a oler. A todo acercaba la nariz cómo los bebés que se llevan todo a la boca, aspiraba con placer cerrando los ojos procurando llenar los pulmones con las variadas fragancias. De vez en cuando, con algún olor, su mirada se entristecía por la nostalgia, que se sacudía de inmediato agitando la cabeza y regresando a su jovial y renovada sonrisa.
En cierta ocasión, Cassiel empezaba a impacientarse porque Daniela se demoró más de la cuenta cenando y platicando con sus papás, quería que ya se fuera a su recamara para ver a Raquel.
En cuanto Daniela cerró la puerta de su cuarto aparecieron ambos. A Daniela le causó mucha gracia porque llegaron muy juntos, hasta se imaginó que iban tomados de la mano.
- ¿Pueden tocarse? - preguntó Daniela.
Raquel y Cassiel voltearon a verse con cara de asombro y entusiasmados, cómo diciendo por qué no se nos había ocurrido antes, y estiraron cada uno un dedo para tocarse. Sucedió un fenómeno cómo el del magnetismo, no podían juntar ambas yemas, "los polos iguales se repelen". A Daniela se le figuró esa escena la pintura de "La creación" de Miguel Ángel, que tan bien conocía al tener una litografía colgada en la sala de su casa, y soltó una risita pícara. A ellos no les causó tanta gracia, más bien, se sintieron frustrados por el paralelismo de sus mundos. Era evidente la atracción que ambos sentían, no se puede decir que física por su etériedad, pero al mismo tiempo se cumplía la otra tesis de esta ley; "polos opuestos se atraen". Daniela intentó tocar a Raquel pero sus dedos se traspasaban. Podía tocar perfectamente a Cassiel, sólo que su temperatura la sentía un poco más tibia que la de cualquier humano. Aún así, ángel y fantasma procuraron estar lo mas cerca posible
A partir de aquella noche, ya no esperaban a que Daniela llegara a la habitación, Cassiel inmerso en ese irreverente espíritu adolescente, prácticamente se quedó a vivir en la tierra, y regresaba a su mundo cuando Daniela conciliaba el sueño. Comenzaron entonces a pasar más tiempo juntos, Raquel se fue adaptando a los horarios humanos, y volvía a su soledad cuando  Cassiel partía. Durante el día, comenzaron a jugar a las escondidas. Pronto este juego fastidió a Daniela debido a que la localizaban de inmediato en su turno de ocultarse, y tardaba mucho en localizarlos a ellos que podían esconderse hasta en los frascos de crema, o si estaba a punto de encontrarlos, desaparecían y cambiaban de escondite. Fue hasta el día en que Claudia, su prima, iba a pasar el fin de semana en su casa que se les ocurrió un juego más divertido. Desde el viernes por la tarde que llegó, se dedicaron, ángel y fantasma con la complicidad y complacencia de Daniela, a asustarla. Al estarse retocando el maquillaje como darketa con esas sombras oscuras y pintándose los labios de azabache, Raquel le jugaba una mala pasada en el espejo. El bilé negro se reflejaba en carmesí intenso, las sombras de sus ojos tomaban los colores del arcoíris, y su ropa se vestía de primavera. Cassiel que podía manipular objetos, le encendía o apagaba las luces, o le cerraba las puertas por donde pasaba, y cuando bajaba las escaleras, al momento de levantar el pie le zafaba los zapatos con todo y calcetín. Por la noche la descobijaban y Cassiel le cosquilleaba los pies. Cuando despertaba, no veía a nadie, a excepción de Daniela a su lado, desarropada también y con una placida e intrigante sonrisa. Claudia no quiso pasar otra noche más en esa espeluznante casa y solicitó muy temprano a sus padres que fueran por ella. Éstos la reprendieron por tanto que había Insistido en pasar ahí el fin de semana, pero Claudia llorando les prometió que si iban por ella, se pondría los vestidos que le obsequiaron en su cumpleaños.
Decidieron utilizar otra víctima. Escogieron a don Andrés, papá de Daniela, para hacer sus fechorías. Le cambiaban el color a las corbatas una vez puestas por tonalidades chillantes y diametralmente contrarias a su vestimenta, cuando se bañaba, el agua de la regadera salía con potencia por la coladera, le hacían girar las manecillas del reloj a toda prisa y de izquierda a derecha cada vez que lo consultaba, le ponían lápices en su cigarrera y le guardaban un par de huevos crudos en las bolsas delanteras del saco. Don Andrés expresó a su esposa la preocupación por lo que le estaba ocurriendo, creía que estaba perdiendo la razón, pero mamá Daniela lo consolaba culpando al estrés; que tanta presión en el trabajo, el cambio de casa y la hipoteca, le estaban haciendo que imaginara estas cosas.
Pronto tuvieron que interrumpir esta serie de travesuras que llevaba escasamente una semana, porque don Andrés estuvo a punto de internarse por propio pié en un hospital psiquiátrico. Fue a raíz de un día que viendo un partido de fútbol, le hicieron creer que la pelotita se salió del televisor y uno de los jugadores se la pidió gritando: "booolita por favoooooor" y él, atónito, la devolvió. Hizo su maleta, encendió un lápiz, llamó a las Danielas y les pidió que lo acompañaran al manicomio. Mamá Daniela volvió a tranquilizarlo y le compró un té para los nervios. Le sugirió que se distrajera, que saliera de vez en cuando con sus amigos. Pero una noche que regresó un poquito excedido de copas, despertó a las Danielas, las sacó al patio en plena lluvia y las puso a marchar mientras él gritaba órdenes de mando diciendo que era el Sargento Pimienta.
Mamá Daniela padeció también de sus travesuras, aunque de forma más discreta para no levantar sospechas. Le dejaban a medio cerrar el frasco de sal echándole a perder algunos guisos, le cambiaban de lugar los utensilios de la cocina, le escondían los zapatos, o le movían de hoja el separador de sus libros. Mamá Daniela empezó a amarrarse hilitos en sus dedos para refrescar su memoria,  pensó que todo era causa de su distracción.
Regresaron entonces al juego del escondite pero con las condiciones que estipuló Dany.
Días más tarde, al siguiente de la luna llena, sintieron por primera vez el contacto de sus cuerpos estando escondidos en el armario. Un leve y descuidado roce en sus brazos bastó. Voltearon a verse incrédulos. Raquel intentó tomar de la mano a Cassiel y le sorprendió poder hacerlo. Al descubrir el acontecimiento, estuvieron palpándose todo el cuerpo hasta que Daniela por fin los halló al ver salir mariposas y luces brillantes por las hendiduras del closet, encontrándolos muy contentos y abrazados.
- ¡Ya pueden tocarse! ¿Pero cómo? ¿Qué fue lo que pasó?
- Aún no lo sabemos. Pero qué rico que sentimos - respondió Cassiel.
Al día siguiente les vino una gran desilusión al percatarse que no podían tocarse de nuevo. Le dieron vueltas al asunto intentando resolver el acertijo, revisaron rutinas y repitieron lo que habían hecho durante el día o días anteriores sin ningún resultado. Se sentían acongojados, Raquel perdió el entusiasmo por redescubrir nuevos aromas, a excepción del olor de la tierra de las macetas, y Cassiel hasta dejó de aparecer mariposas. Sus sonrisas se apagaron, la boca podía sonreír pero su cara no. Daniela no dejó de animarlos ni se dejó contagiar de pesadumbre, inventaba nuevos juegos y ellos participaban sin mucho ánimo, incluso les sugirió bailar baladas románticas, una práctica a la que recurrían sus papás cuando tenían alguna diferencia, y esto los alentó un poco, que aunque no podían tocarse, les gustó desplazarse por el aire con los rostros muy juntos.
Hasta que cierta noche, contemplando el firmamento desde el balcón, Daniela recargada en el barandal y ellos suspendidos sentados sobre el filo del mismo, Raquel comentó, como para romper el silencio, que no había sabido nunca diferenciar entre el cuarto menguante y el creciente de la luna.
- Existe una regla muy sencilla para distinguir las fases lunares – respondió Cassiel, - pero la luna es una chapucera y que hay que invertir su lógica: cuando dibuja una “D” significa que es creciente, y cuando forma una “C” es decreciente o menguante. Cómo pueden ver, ahora está tomando una ligera forma de “C”, lo que significa que apenas hace unos días fue noche de plenilunio.
A Dany se le ocurrió una idea. -¿Cuándo fue luna llena?
- Hace cuatro noches – Respondió Cassiel, y de repente los tres reaccionaron con un gesto cargado de ilusión y de esperanza, cómo si sus mentes se hubieran sincronizado en un mismo pensamiento.
- ¿No fue una noche antes a que pudiéramos tocarnos? – Preguntó Raquel.
- Exacto – Dijo Cassiel tronando los dedos.
Daniela fue por la enciclopedia para consultar los ciclos lunares. Investigaron que el fenómeno se repetía 13 veces por año, aproximadamente cada 28 días. Aprendieron que la luna es capaz de sacudir los mares, que su magnetismo esta íntimamente relacionado con los movimientos de las mareas y también con el ascenso de la savia de la vida de las plantas. Que con el plenilunio éstas crecen más y su luz interviene también en la fotosíntesis y en la germinación, ya que los rayos lunares son muy poderosos, capaces de penetrar en el suelo.
La esperanza les revivió el ánimo, no tenían la certeza que el efecto de la luna llena hubiera sido el causante de poder tocarse, pero era la razón más lógica que hallaron. Volvieron las risas y juegos habituales. Trataron de medir la distancia entre sus yemas cuando intentaban tocarse, pero la regla escolar de Daniela no era un instrumento suficiente de medición. Empezaron a medir pasando y contando cuántas hojas de papel cabían entre ambos dedos. Notaron que conforme se acercaba la luna nueva, más hojas necesitaban, lo que les confirmó sus sospechas. Unos días antes de la luna llena, tuvieron que usar hojas de papel cebolla de una Biblia muy antigua de don Andrés. La felicidad y la impaciencia los embargaba, estaban nerviosos y ansiosos de que llegara el momento. Estas eran otras emociones humanas más que se adicionaron a la naturaleza de Cassiel.
Por fin llegó la fecha largamente esperada. Para que el rito no fallara, se encerraron en el armario apenas oscureció. Cuando la mano de Cassiel pudo atrapar la de Raquel, las rendijas del closet de nuevo se iluminaron. Daniela tuvo que abrir la ventana para que salieran el sinfín de mariposas que se generaron al contacto, y cubrir las rendijas de su puerta con mantas para que sus papás no notaran la luminosidad que emanaba de su cuarto. Se abrazaron, se tocaron el rostro con suavidad y siguieron con todo el cuerpo. Salieron abrazados del armario bailando y haciendo piruetas en el aire.
La unión de los polos duró 24 horas, pasado el efecto, de nuevo lo midieron con papel cebolla. Ya no les importó, sabían que el fenómeno se repetiría con regularidad y eso para ellos era suficiente.
Días más tarde, Daniela llegó con una noticia que los dejó perplejos. Les comentó que escuchó en el noticiario, que en unos cuantos días mas, iba a ocurrir un eclipse total de luna. No supieron interpretar si la noticia era buena o mala, lo que les causó gran inquietud.
La noche del eclipse estaban muy nerviosos, casi se podría decir que sudaban, no sabían que efecto les causaría el fenómeno cósmico. En el momento de iniciar el eclipse, la luna se puso de color rojo y esto los alarmó, lentamente la sombra de la tierra empezó a cubrir la superficie lunar, y hasta que la oscureció por completo hicieron el intento de tocarse. Al notar que podían hacerlo se abrazaron, pero literalmente se fundieron en un abrazo, fueron un solo ser, su etéreo cuerpo no estorbó para fundir dos almas. Raquel que era un ser opaco, destellaba la luminosidad de Cassiel, Daniela confundía sus caras y sus cuerpos que flotaban en el aire y se extasiaban en sí mismos. Poco a poco, conforme se fue diluyendo el eclipse, fueron separando sus entidades, hasta ser nuevamente ángel y fantasma por separado.
En cada luna llena, no hay poder humano ni sobrehumano que los separe, incluso, dan la vuelta al mundo tomados de la mano en sentido contrario a la rotación de la tierra, para que el efecto perdure más tiempo. Esperan con paciencia el siguiente eclipse lunar, pero con verdadera ilusión a que ocurra uno solar.
Se dice, que en las noches de plenilunio, con el cielo despejado y mirando con atención, se les puede ver pasar como estrella fugaz.