sábado, 14 de agosto de 2010

Retrato de familia

Al paso del tiempo el retrato continúa sonriendo, pese a que tres de sus cinco integrantes ya no pueblan ésta tierra. La foto sigue en pié, tan antigua como su ropa, tan actual como la nostalgia, tan refrescante como una tarde de lluvia en blanco y negro, tan viva como el instante. La foto sigue ahí, en su lugar que son muchos; el buró, la sala, la vitrina, el librero, la pared, pero jamás una caja. Aún sin observarla, puedo describirla con la memoria. Pueden pasar meses, años quizá, viéndola sin verla, es diáfana la mayor parte del tiempo, pero está cuando la necesito o cuando eventualmente me susurra “aquí estoy”. Ha sido una discreta compañía de toda mi existencia. Esta foto es un recuerdo del que no tengo recuerdo. Un momento que ha durado toda una vida.
El hombre semi calvo del centro-izquierda es mi padre. Si no fuera por esta fotografía no lo hubiera conocido. Es un hombre fornido, sano, joven aún, sonriente y despreocupado, no intuye que en cuatro años dejará habitar en este mundo. Lleva entre sus brazos a otro calvo, ese soy yo, presumiendo una sonrisa de apenas cuatro dientes. A su derecha está mi madre, bella como todas las mamás, aunque ésta me parece más porque es la mía. Con el cabello recogido, sin maquillaje, como si no se hubiese preparado para una postal de estudio, sin embargo, esa sencillez enmarca su hermosura y la retrata tal cual es, tal cual fue. Dispuesta a cumplir puntualmente la cita con mi padre, exactamente el día, pero treinta años después, en que éste se embarcó en un tren alado. A su derecha está mi hermano, se le observa juguetón y abstraído como cualquier pequeño de cinco años. Guapo, muy guapo, vistiendo una camisa vaquera y seguramente aunque no se aprecie en la foto, lleva al cinto su pistola de matar apaches. Él fue el siguiente en partir, robándome un trozo de alma. Del otro lado, en el extremo izquierdo se encuentra mi hermana. A sus cuatro años se puede advertir que será una hermosa jovencita, que provocará miradas torticoladas al pasar. Su mirada refleja ya su buen humor, su incansable lucha, su inagotable nobleza.
La foto es un sencillo retrato de familia, un objeto tan común que debe haber millones similares en el planeta.