sábado, 14 de agosto de 2010

Palabras de amor

Señorita Camila:

El papel no es sólo el producto del desbaste de un árbol, quizá, me gusta pensarlo así, la hoja del árbol le heredó el nombre a este pedazo de pliego, que ahora, transmutada la madera y ocultadas sus vetas, la savia que antes corría por sus venas da pie y espacio a otras sabias; las palabras.
Una hoja de papel no es materia inerte. Es un hoyo negro uniendo universos, es un fragmento de alma de quien teje letras para hilvanar pensamientos. El papel escrito tiene sueños, campos oníricos donde se recrea a sí mismo cosechando nuevas arboledas de frutos fantásticos, o dicho de otra forma, donde el fruto es la fantasía misma, no nada más de quien tejió la trama, sino crece y se agiganta por quien lo lee, que bajo su propio prisma; los colores, los olores, los sitios, los nombres, toman la forma y textura de quien lo imagina.
El papel, las letras, la palabra, van apagando silencios para convertirse en voz, y esa voz en amiga. Hay papeles de suma importancia como; las actas, los pagarés, los certificados, los recibos; que valen mucho para el poseedor e instituciones, pero carecen de lo esencial, la poesía. Otros, como el papel moneda, que paradójicamente no vale lo que dice, que es sólo un acto de fe y que trae a la humanidad de cabeza, es escaso de palabra. El papel fotográfico; que es un viaje al pasado. Otras hojas, muy populares hoy en día, virtuales, sin peso ni textura, que han perdido el romanticismo de llagar perfumadas al buzón de su casa, pero que, -esto es digno de alabanza- llegan a diario a buzones ficticios refrescando la tarea de la escritura que creí se perdería en estos tiempos modernos y electrónicos. Otro papel no menos importante, abundante en letras, distribución y contenido, es el multifacético papel periódico, que además de informarnos el día a día del quehacer mundial, es excelente para limpiar ventanas, indispensable para pintar la casa, para envolver porcelanas, y un sinfín de usos múltiples e inimaginables. Uno de ellos, me ha servido de aliado para ocultar mi rostro cuando usted sube al camión y observarla secretamente. Otros, como las hojas de los libros que usted saca puntualmente y sin falta de su bolso al sentarse en el autobús, y que le han arrancado con disimulo; sonrisas, gestos de enfado y tristeza, y una que otra incontenible y salada gota que su pañuelo también de papel, ha secado. Algunas han nacido en su frente, otras, las que me han conmovido, las que me han hablado en secreto de su personalidad, han salido de sus ojos color misterio.
Este papel que tiene en su mano y que encontró bajo su asiento, muy cerquita de ese hermoso zapato escotado, documento mismo que sabía yo le iba a ser irresistible no tomarlo porque llevaba formadas en hilerita unas letras con su nombre, Camila, -el cual descubrí de su gafete de empleada de esa importante empresa que comercializa artículos de oficina-, cubierto de grapas por doquier para que no le ganara la impaciencia y la curiosidad de leerlo en el bus y delatara por un descuido del nerviosismo mi anonimato, no es otra cosa que una sencilla carta de amor, llena de palabras que pretendían de entrada, llamar y distraer su atención, de envolverla sutilmente en el maravilloso mundo de las letras, con una introducción de aparente inocencia, para mostrase después, bailando descalzas, desnudas y sin pudor, en una abierta declaración de desvergonzada pasión.
La experiencia propia y la prestada de los libros me han enseñado que el amor más sublime suele ser el imposible, ése que se le atribuye a Platón, ése que pretendo dejarlo solitario en mi imaginación y entregárselo a usted en un dejo de misterio.
No pretenda descubrirme, que no la mueva la ancestral y femenina asesina de mininos, porque de mañana en adelante no leeré más el diario en el camión, a no ser que la mitad de los pasajeros lean el propio y sirva de intrigante camuflaje.  Nuestro amor, o por lo menos el mío, será por lo pronto, secreto. Ya encontraré la manera de entregarle otra misiva sin evidenciar mi alter ego, para seducirla con letras, para acariciarla y azotarla con ellas, para mantener y sostener a la inmortal esperanza, al enigma, a sus ojos asombrados, a la tierra humedecida y fértil para cuando se digne germinar un incipiente pero suficiente capullo suyo.

Papel mojado
Con ríos, con sangre, con lluvia o rocío,
con semen, con vino, con nieve, con llanto,
los poemas suelen ser papel mojado.
Mario Benedetti

S.S.S.
S.

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Señorita Camila:

Permítame quitar la sobriedad a estos escritos, eliminar el prefijo de señorita y llamarla por su nombre, que según la genealogía es de origen latín y significa; la que está presente en Dios. Yo no soy Dios pero la tengo presente, y tal vez y por la misma razón la tengo ausente.
Comprenderá que conociendo su nombre –que por cierto es poco común- y la Razón Social de la empresa que la emplea, además de la parada del autobús donde con gracia y elegancia usted desciende, no fue difícil ubicar el lugar preciso de sus labores. No piense ni sienta que la estoy acosando, acosar es una palabra muy fea de connotaciones malsanas y mis intenciones son opuestas a este verbo, digamos que la expresión más adecuada es llevar a cabo las diligencias necesarias para no perder contacto. Si digo que investigué su paradero suena a actividades de espionaje y hay veces que las palabras nos traicionan, cuando el adjetivo idóneo sería; digamos que indagar, aunque la vox populi le ha dado un sentido subterráneo de fisgoneo, pero en este caso no es así, averiguar lo que nos interesa es mas una virtud que un acto impío.
Le hago llegar esta misiva acompañada de un sencillo y solitario tulipán, porque las flores tienen su propio lenguaje. Por ejemplo: La margarita habla de indecisión. La rosa habla de amor y dependiendo el color es el grado de pasión. La gardenia dice alegría. El azahar habla de castidad y pureza, por eso es empleado en las bodas. El cempasúchil es utilizado para honrar a los muertos. La flor de calabaza para hacer quesadillas y la de jamaica para aguas frescas, y un sinfín de flores y otro tanto de ocupaciones y atribuciones que les hemos otorgado los humanos. Con el tulipán hablo de una sutil declaración de amor.
Así como las flores son hermosas, las palabras lo son también; Libertad, madrigal, fantasía, piel, alegría, paz, caricia, poesía, iris, armonía, arrullo, riachuelo, etc., (Etcétera no es una palabra bonita) cuyo sonido de la voz es bello por sí mismo y el significado congruente a su fonética. Quien no es congruente soy yo, porque me brotan de la imaginación palabras bellas que se aglomeran impetuosas en la lengua y en la pluma, pero carezco de la destreza para ordenarlas y entregárselas en un ramillete de letras de colores, por eso me atreví a escribir esta docena de palabras inconexas. Usted disculpará mi brío y la falta de capacidad para escribir un poema.
No me avergüenza confesar que me gusta tomar prestadas las palabras de quienes saben emplearlas, y así, como “El cartero de Neruda” hacerlas mías con el mas ruin propósito de enamorarla.
Pronto le llegará otra carta, y espero que por fin algún verso travieso y descuidado atrape de mi propia inspiración. Mientras tanto, mientras espera como el invierno a la primavera, como el  minutero al segundero pasar a su lado para soltarle un piropo, disfrute usted un extracto de este poema de Gabriel Celaya, donde las palabras estallan ante sus ojos en formas caleidoscópicas, bellas y vestidas con traje de fiesta,  no como bisutería y sí como un compromiso ineludible

S.S.S.
S.

La poesía es un arma cargada de futuro
...Poesía para el pobre,
poesía necesaria como el pan de cada día
como el aire que exigimos trece veces por minuto
para ser, y en tanto somos,
dar un "sí" que glorifica.
Porque vivimos a golpes,
porque apenas si nos dejan decir que somos quien somos,
la poesía no puede ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía
concebida como un lujo cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido
hasta mancharse.
…Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
...No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto, no es un fruto perfecto.
…Es lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.
Gabriel Celaya


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Señorita Camila:

Esta carta será escueta, y la razón es porque la impaciencia le ganó la partida al intelecto. Me apena confesar que por más que intentaba concentrarme para escribirle el poema prometido, mi lengua celosa se negaba a dictar a la pluma, quería ella ser la protagonista y portadora de las palabras. Si bien la palabra escrita es la que deja huella, la palabra hablada con el énfasis del sentimiento suele ser más contundente, por eso me arriesgo a salir del anonimato. No sé si usted es casada o tiene algún compromiso, sólo sé que me gustaría cruzar unas palabras con usted, conocer su voz, saber como piensa, percibir más de cerca su perfume, saber de su alma a través de sus ojos color misterio.
La espero mañana en la cafetería “El ExpressOnriente”, dos cuadras al sur de su parada, sobre la misma avenida, a eso de las 18:00 horas.
Sé que puedo quedarme con un palmo de narices, a eso me arriesgo, pero mi paciencia ha muerto por un golpe del tiempo. Si decide acudir, me reconocerá porque me acompañará sobre la mesa un tulipán como contraseña. La intuición me dice que en algo nos parecemos, en ese vago sentimiento baso toda mi esperanza. Si decide no hacerlo, sabré entenderlo no sin el alma desgajada.

S.S.S.
S.

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Camila:

Ni en mi sueño más osado ni en el más surrealista pude imaginar jamás el desenlace de nuestro primer encuentro. Recreo con nitidez tu imagen cuando entraste a la cafetería y ubicaste el tulipán sobre la mesa. Sorprendida, quisiste regresar tus pasos al descubrirme, quizá mi aspecto no era el esperado… seguramente. Pero al notar que te había descubierto no te quedó más remedio que continuar con tu recorrido hacía mí, con un ritmo titubeante y una mirada que presumía valentía pero se delataba avergonzada. Te agradezco el gesto de no dar la media vuelta y marcharte.
La conversación en un principio atrabancada y temblorina, se convirtió en una plática amena y risueña como de quienes se conocen de mucho tiempo, las palabras iban y venían a toda prisa, nos las arrebatábamos de los labios, llegaban tan puntiagudas capaces de quebrar el hielo, o tan candentes que lo derretían, a veces se nos caían y se levantaban optimistas, risueñas, otras veces se desbocaban, otras, las quería raptar el silencio de un tema concluido, pero como niñas traviesas, como adolescentes que escapan por la ventana, buscaban rebeldes su rumbo de fiesta. La inesperada lluvia fue mi fiel aliada, propiciando al no escampar que el tiempo se prolongase. El licor que fluía alegre y sin escatimo logró doblegar recatos de desconocidos, derribando pudores, abriendo posibilidades, hasta que la lengua comenzó a confundir, intercambiar y/o arrastrar letras y sílabas de palabras ebrias. La suerte de que la cafetería fuera la falda de un hotel, que el mal drenaje de esta metrópoli complicara la partida que ni tú ni yo deseábamos, que ésta nuestra cuidad con olor a miedo, cuya paz de noche se acuesta secuestrada y amanece ya amagada, nos obsequiaban pretextos impidiendo nuestro éxodo, fue entonces que optamos por alquilar una habitación contigua al nirvana.
Después de navegar sobre dunas de sábanas blancas pletóricas de oasis, cuando el cansancio por fin nos venció y nos pidió tregua el cuerpo, y aparecieron flotando un par de luciérnagas de tabaco entre la oscuridad y un silencio de puntos suspensivos, fue que me atreví a romper la callada magia del momento, recargándome en tu pecho y preguntando en voz bajita, tonta e impacientemente, que qué pensabas, qué te había parecido. Sólo respondiste; ¡uff! ¿Uff? uff no fue una palabra que llenara mis expectativas, era una expresión insustancial de quien quiere escabullirse. Quería saber si lo habías disfrutado tanto como yo. Me respondiste evasiva e inquieta; que si tus gemidos amorosos y tus suspiros no respondían por sí mismos mi pregunta. No pequeña, a mí me gusta la elocuencia, me gustan las palabras. Me gustaría que fueses más explicita, dije mientras te acariciaba el rostro, anda, dime con palabras, con todas sus letras formadas en fila que para eso fueron creadas, ¿Qué te ha parecido? Diferente, respondiste besándome dulcemente los labios y depositando tu pierna en mi cadera. Muy diferente. Me inquieté, diferente no era un término preciso, no a esta pregunta que me asfixiaba de impaciencia; ¿diferente bien?, ¿diferente mal?, ¿diferente hermoso, diferente aburrido, raro? ¿Diferente qué?, te apresuraba a contestar besando tus manos para que no pensaras que sufro de esquizofrenia. Dulce –contestaste-, muy dulce y placentero, pero muy diferente. Qué lo hizo diferente, cuestioné de nuevo, acaso fueron las risas que se nos escapaban por cualquier tontería, acaso los vocablos entrecortados de pasión cuando escaseaba el aliento, acaso las palabras de amor que nos gritábamos quedito, acaso fue la ternura, acaso la pasión que entraba y salía de cada uno de los diminutos orificios de nuestra epidermis, acaso el licor. Fue diferente, comentaste ruborizada y pícara acariciándome el rostro, porque… aunque alguna vez lo habías imaginado, no habías hecho nunca el amor con otra mujer. Y me besaste de nuevo apasionada y furiosa, y rehicimos el amor sobre nuestro jardín de orquídeas, refrescadas de alegría, libres de prejuicios y muertas de la risa.

Con todo mi amor.
Susana