sábado, 14 de agosto de 2010

Tratado de cursilería

Si pudiera decirte los versos más tristes esta noche sería Pablo Neruda pero desafortunadamente no lo soy, más es importante que me escuches sin interrumpirme. Me gusta cuando callas porque estás como ausente diría Neruda nuevamente para decirte que guardes silencio sin que suene a imposición, pero… es que he ensayado tantas noches en mi mente este discurso que no admito obstáculos, de lo contrario, me vería obligado, como niño de primaria que se aprendió de memoria la recitación, a rebobinar y reiniciar desde un principio. Con toda seguridad me vería ridículo.
La vox populi dice que a los 25 años se está viviendo la flor de la vida. ¿Por qué arranco mi discurso de ahí? porque cuando yo estaba viviendo esa edad, tú estabas a punto de ver por primera vez la luz y de llegar a iluminar el mundo. A los 25 hay un sinfín de cosas por descubrir, un abanico inmenso de posibilidades para disfrutar la vida. Atrás quedaron los juegos juveniles, dando paso a la independencia y la responsabilidad, pero con una fuerza interna vigorosa de donde parte el ímpetu para intentar recomponer éste nuestro mundo tan deteriorado. En cambio yo, he caminado en este planeta la mitad de un siglo, gracias a Dios aún con salud, y si no con la fuerza de un roble, sí con unos brazos y piernas que se desenvuelven aún con cierta agilidad y firmeza. Debo confesar que la vista se me ha gastado un poco al igual que los dientes, algunos de mis músculos les ha dado por hibernar antes de tiempo como lo constatan la barriga, la papada, las comisuras de los labios y las bolsas aguadas bajo mis ojos. El cabello pasa ahora por un estricto control de natalidad, y aquellos atrevidos que nacen, lo hacen con tendencias albinas, paradójicamente ahora crecen ingenuos en sitios insospechados como nariz y orejas. Mi mente está mejor que nunca o igual de mal que siempre, sólo que ahora se ha vuelto levemente más testaruda y un poquito olvidadiza, pero mi corazón, mi alma, mi espíritu o como lo quieras llamar, está más vivo que ayer, y eso, te lo debo a ti. Si la resurrección es posible, a ti te debo el milagro, le has inyectado vida a este cuerpo desalmado. Si volteo unos pocos meses hacia atrás, veo al zombi, al robot que vive en automático nada más porque sus mecanismos funcionan, pero desde que me enamoré de ti, sí, sí, escuchaste bien, desde que me enamoré de ti he vuelto a vivir nueva y plenamente, casi se podría decir que me has parido de 50. Cuando escucho tu voz se ilumina el día, pero cuando mi ojos te ven, hay festejo en mi vientre y por mis venas nada la alegría. Claro, ese gozo efervescente lo tengo que contener para disimular mi entusiasmo y que el corazón no salga a abrazarte. Cuando estoy contigo hasta me gusto, brota lo mejor de mí con el afán alevoso de agradarte, pero cuando te pierdo, sobre todo en las noches, vuelve la idiota cordura que arredra a la magia, reprende a esta bella locura de onírica poesía, le implanta un bozal a los sueños y encadena los sentidos, rapta a mis duendes, intimida a mis musas, y pone frente al paredón a las carcajadas que intentan escapar. Entonces, me refugio en la almohada buscando inútil el olor de tu pelo, y hambriento imagino la fresa de tu aliento, y ato mis manos a las rodillas cuando florece en mi mente tu imagen en decúbito dorsal radiante y ansiosa. Yo mismo condeno y limito a mi imaginación hedonista, y le edito sus metas por guajiras. Me calzo mi traje de esposo y padre responsable, y en sumarios juicios condeno mis bases religiosas, principios morales y normas sociales. Reclamo a Gardel por mentiroso y un sudor febril atrae al insomnio, y así, al no poder dormir, me obligo a recordar tus ojos conjeturando un poco el sabor de tu beso. Enredado en esa vigilia, me concedo el permiso de figurar que me amas, mi somnolencia ansía penetrar en tu sueño, y sueño que me piensas y me veo en  tus quimeras, -o en las mías, porque para esas horas ya estoy un mucho confundido-, que nos tomamos las manos y nos bebemos los cuerpos para que así no estorben en la fusión de las almas, y hacemos una esencia y soy libre de nuevo... Cuando me grita el reloj y a comenzar de vuelta. Me amanece el día con el deseo de verte. No se me escode tu imagen ni un segundo del tiempo y vuelvo por fin a verte con risa en mis adentros. Pero qué egoísta soy, me reclamo por dentro, “Ésta joven perfecta debería liarse con mi hijo” me escupe inmisericorde la irónica conciencia, y siento agonizar la rebelde locura de cristalizar mi empeño al pesar en la balanza tus años y los míos. Me aterra enfrentar al viejo del espejo, y lo evito, y me pongo a fantasear en que te gusto un poco, que esta bella utopía tiene algo de factible, que hay música en mis pálpitos, que hay rima en los suspiros, que mi escaso intelecto le es atractivo a tu cuerpo, que mi experiencia lo agradecerá tu lecho, que un corazón vibrante lo reconocerá tu anhelo. De vuelta al espejo con mi ánimo renovado lo enfrento desafiante, pero me desarma con un solo dedo, señalando violento la huella cruel del tiempo, mis carnes colgadizas, mis bíceps sin conejo, mi mirada sin brillo, mi aroma de lo añejo. Derrotado le estrello mil caras de un puyazo, e irónico me burlo de verdades a medias relativas como el mismísimo tiempo. Pues cuando pienso en ti se resbalan 25, soy joven nuevamente como un primero de enero, soy otoño en primavera, soy ceniza de ave Fénix, soy un rival feroz contra el Dios Cronos… Contigo vivo la muerte de la nada, sin ti, la nada de la muerte.

Esto está resultando grotesco y nada convincente, pero, quién que se haya visto enamorado ha cruzado inmaculado la mar de la cursilería. Es inevitable no salpicarse por no decir zambullirse en ella, como inevitable es que los colores se tornen pastel, que el piso se algodone, que el aire huela a eucalipto y que el lenguaje se cargue de diminutivos. Todas estas cosas que me parecían mariconadas ahora no me lo resultan tanto, se me enternece la mirada, se gelatiniza la rigidez de lo correcto, y los suspiros nacen por generación espontanea. Perdona si te ha parecido ridículo el monólogo, pero no se de que otra forma expresar este sentimiento que no me cabe en el pecho, que nació de ti, hacia ti y para ti. Si tan sólo experimentaras un ápice de este sentimiento… Y tan solo pido una simpleza; quiéreme.

Reinó el silencio. Ella, al terminar me miró con ojos sonrientes que se convirtieron de pronto en risotada. Tapó su boca de inmediato para apagar el carcajeo, y por entre nariz y dedos escaparon infames chisguetes de refresco que… me empaparon por fuera y me pudrieron por dentro.